Iluviación y factores formadores

 

De la propia génesis de este proceso se deduce que para que tenga lugar es absolutamente imprescindible que el suelo pase por unas fases húmedas lo suficientemente intensas como para que haya un exceso de agua de gravedad que se infiltre a través del suelo, ya que de no ser así, no se produciría el arrastre de la arcilla. Además usualmente es necesario que el suelo pase por períodos de sequedad, lo suficientemente largos e intensos para que se produzca la total desecación de los macroporos de los horizontes inferiores del suelo.

Es por esto por lo que en los climas continuamente húmedos este proceso no (o apenas) se desarrolla, ya que las suspensiones de arcilla que se infiltran a través del suelo no son sometidas a intensas succiones por parte de los microporos, al encontrarse estos permanentemente húmedos. Por ello la arcilla no queda retenida en cantidades apreciables (a no ser que se produzca su floculación por causas fisicoquímicas) y es así eliminada al subsuelo. Es decir, que en estos casos el proceso normal es de eluviación de arcilla, pero no de iluviación.

              

Además de los requerimientos climáticos, este proceso necesita de otras condiciones para desarrollarse. Así la roca tiene que proporcionar suficiente contenido en arcilla, el suelo ha de ser lo suficientemente poroso como para permitir la libre circulación de las suspensiones, y dado que este es un proceso que se desarrolla muy lentamente, las superficies que soporten a suelos con intensa iluviación han de ser geomorfológicamente estables y suficientemente antiguas.

 

Indice | Anterior | Siguiente